Hace aproximadamente 4 años, N y yo empezamos a entrenar Krav Maga.
Mi experiencia inicial con este deporte era nula en todo sentido. Nunca antes había hecho karate, o boxeo, o entrenado auto defensa, y mi única experiencia en cuanto a dar patadas y derechazos se limitaba a: 1) cuando mi mamá me enseñó a defenderme de niños abusivos en el jardín de infantes por medio de efectivas patadas en sus canillas, y 2) mas o menos un mes de Kick Boxing en el gimnasio.
Krav Maga era completamente extraño y nuevo para mi, y una parte de mi hubiese querido que esto se quede ahí pero otra estaba muy curiosa de intentar y eso, añadido al entusiasmo de N, me convencieron de unirme a la clase y empezar a entrenar.
Antes de irnos a India entrenamos por aproximadamente 18 meses, y aunque tratamos de entrenar en casa no resultó igual así estuvimos entrenando On & Off (más Off que On) por los siguientes 18 meses, hasta que regresamos a USA en Septiembre y entre las primeras cosas que hicimos fue regresar a la escuela de Krav Maga y retomar el entrenamiento.
El día Miércoles pasado, luego de casi 6 meses de práctica conseguimos nuestro cinturón azul, que es como decir 1/3 del camino que aún nos queda hasta llegar al cinturón negro.
Desde que empecé con Krav Maga tuve una meta muy clara: Quiero ganarme ese cinturón negro. Y con esto en mente, N y yo vamos a entrenar de 2 a 3 veces por semana, con buen clima, con mal clima, a veces cuando la temperatura esta a –15 o - 20 grados, con mucha nieve, con vientos terribles, a veces cansados del día de oficina, a veces con hambre, pero desde que regresamos a clases hemos logrado que la vagancia o el desgano no nos impidan ir, y mas bien nos hemos mantenido motivados a asistir a clase bajo cualquier circunstancia, y este pequeño/gran logro nos ha tenido a ambos muy felices y orgullosos.
Las clases de Krav Maga no son fáciles; y menos ahora que estamos entrenando para el cinturón negro. En cada clase hacemos al menos 100 push-ups, innumerables sentadillas y flexiones de pecho, siempre estamos aprendiendo nuevas patadas y formas de boxeo, y últimamente estamos practicando formas para liberarse de tomas de asfixia en el piso – suena raro (?) en papel pero es muy chévere en práctica – y por último estamos aprendiendo a boxear activamente contra un oponente. Es en éste último punto en donde me he enfrentado con una montaña cuesta arriba.
Pongan a un hombre de 190 libras sobre mí ahorcándome y no tengo problema en practicar hasta lograr la toma que necesito para girarlo 180 grados, ponerlo en el piso, dar un cabezazo en la nariz, codazo y patadazo en las pelotas y estar en pie en posición de pelea en unos segundos – pero pónganme con todo el equipo (casco, protector de pecho, protector de dientes, protector de piernas y guantes de box) a pelear contra alguien que tiene como objetivo darme de puñetes y me pongo tonta – y es que sencillamente No. Estoy. Acostumbrada. A. Que. Me. Peguen.
Pero el boxeo con un rival es parte del entrenamiento, y el equipo nos protege de daño físico severo, así que esto es únicamente una batalla contra mi susto y mis instintos de que si me pegan en la cara yo tengo que hacerme bolita y desearme invisible. No. Eso no sirve para auto defensa. Cuando uno practica Krav Maga o cualquier otro tipo de arte marcial uno va a terminar moreteado, con los músculos adoloridos, sudoroso y exhausto, y si, uno siempre va a ser golpeado y va a doler, pero eso precisamente es parte del entrenamiento – y yo lo sé, y sin embargo me asusto :(
Estoy en una batalla conmigo misma. Con mi parte racional diciéndome claramente que no me voy a permitir rendirme; que boxear, golpear, y ser golpeada es parte de lo que tengo que aprender para conseguir ese cinturón negro; y, que aparte de esos momentos en los que me siento aturdida y fastidiada por que no me puedo defender bien, en general disfruto tanto el entrenamiento que sería un absurdo permitir a mis sentimientos de miedo o derrota prevenirme continuar con esto que trae tanto positivo a mi vida diaria.
No hay mucho mas que decir. Voy a entrenar.
We were on our way to the Old City, which is where the original city of Hyderabad was founded, to see the Charminar, the most famous landmark in the city.
It was a hot day, one of many very hot days we had yet to experience. The huge crowds, the heat, the smells, the total lack of personal space, the noises, the pollution were all so foreign and yet so familiar – I remember thinking to myself how fortunate I was to have grown up in Ecuador since my experiences over there helped to tone down the cultural shock over here.
There are two things that I remember the most about the my early days in Hyderabad: the intense, dry, relentless heat that took all my strength away and left me dizzy and weak in no time; and the explosion of colors everywhere: bright pinks, bright oranges, bright yellows and reds, bright greens and blues, bright whites, which seemed even more vivid when juxtaposed with the intensely dark black burkas worn by hundreds of women around town.