Wednesday, February 22, 2006

Oliverio

‘Te voy a dar un regalo…’ dije.
Oliverio levanta la mirada cuando le alcanzo un DVD.
‘… pero debes prometerme que la vas a ver. Es una película, Sleuth’
Oliverio continúa mirándome sin decir palabra, serio, sin expresión. Luego extiende la mano derecha y sujeta la caja que aún esta en mi mano. Por dentro se me viene la sensación de que no hay caso, nunca la va a ver. A que hora? Si su vida es el trabajo.
‘Es muy buena’, le digo como alentándolo, ‘de las mejores que he visto últimamente’,
‘ah, si’ me responde como si fuese un desconocido habladonle de algo que no le interesa en lo más mínimo.
Silencio. Ninguno de los dice palabra. El continua con sus cosas, yo solamente lo miro.
De pronto se me viene una ola de insistencia, y continuo con mi previa alabanza cinematográfica, ‘aja, bastante buena. Creo que te va a gustar, en serio. Es de esas que te hacen pensar, te tiene en suspenso, y las actuaciones son muy buenas’. Fatídico resumen.
No hay respuesta de su parte. Solo silencio.
En eso se me viene un shock de incomodidad. Odio quedarme en estos blancos cuando estoy con él, y sobre todo, odio su falta de reacción. No hago mas que ponerme la mano en la pena, así como sosteniendo mi cabeza en mí brazo que esta apoyado sobre la mesa; eso hago cuando me aburro. Respiro hondo y pregunto, ‘y? hacemos algo?’
Su respuesta me sorprende, pensaba que no me estaba escuchando. ‘Qué quieres hacer?’, dice él. ‘No se, lo que sea… Dime tu, qué se puede hacer de chévere en Buenos Aires?’
‘No se, lo que tu quieras’, me responde.
Y es ahí cuando estallo por dentro y pienso en lo difícil que es tener acceso a su vida y sus ideas. ‘Que joda eres, Oliverio! Se supone que has vivido aquí toda tu vida, no? Yo apenas llegue hace dos días! Solo quiero que me lleves a conocer algo, lo que sea!’, digo, con la voz chillona del fastidio.
‘No se me ocurre nada’, me responde, casi con indiferencia.
Para mis adentros me digo, ‘para esta mierda vine???’ Han pasado apenas horas de estar juntos y el Oli ya esta en uno de esos transes en los que se mete cuando todo le pesa.
De nuevo suspiro hondo. Nada de lo que diga va a mejorar las cosas así que mejor que cada quien siga su camino. ‘Eeen fin…’me escucho decir con voz de fastidio, y continúo con mis justificaciones absurdas, ‘igual ya es un poco tarde y estoy cansada’, así como para hacerle entender que al fin y al cabo ni quería hacer nada. Absurdo.
Al parecer mi pequeño acto de rechazo da resultados, y Oliverio arranca la mirada de su laptop, me mira con los ojos bien abiertos y casi sin respirar, ‘quieres ir a mi departamento?’, me dice. Supongo que no esta tan desesperado por hacerme desaparecer, después de todo.
‘Ok.’ Respondo sin mucha emoción, pero por dentro mi corazón se salta un pálpito por que se perfectamente lo que esa invitación conlleva.
De inmediato sonido de sillas, gabardinas puestas, cartera agarrada, cuenta pagada, salimos. Silencio.
Miro a un lado y al otro de la calle con cierto entusiasmo como si fuera a encontrarme con alguien pero no hay esperanza. Esto es Buenos Aires. Además de Oliverio solo conozco a Charly, y estoy segura de que él no estaría caminando por estos rumbos.
Pasan algunos minutos en los que nos tocamos un poco, una que otra mirada, pero mayormente hay distancia entre ambos. Cuando empezaba a sentir apenas un ápice de impaciencia aparecía un taxi. Puerta se abre, entramos, puerta se cierra.
‘Hacia el Jardín botánico, por favor’ dice Oli. En eso me doy cuenta que ni siquiera recuerdo su dirección, y con cierta pena me doy cuenta de que hay poco sentido en aprendérmela. Casi con seguridad nunca voy a regresar aquí.
Cruzamos palabras sueltas que crean conversaciones enteras entre nosotros. Solo con el Oli puedo compartir kilos de conocimiento en tan solo veinte palabras. No nos miramos. Yo me acurruco en la esquina del auto, mirando a la ventana, como siempre hago cuando estoy en una ciudad nueva y quiero verlo todo. El Oli no presta atención a los alrededores. El ya los conoce, así que se concentra en su blackberry.
El Oli resultó ser una persona tan diferente a la que me imaginé. Yo lo pensaba envuelto en el mundo, conectado a la naturaleza. Supongo que en lo único en lo que acerté fue en lo dolorosamente efímero que se me muestra.
Para este momento el camino se me hace interminable, y cuando me muevo en el sillón y emito un quejido de incomodad casi de inmediato escucho a Oli decir, ‘llegamos’.
Oli paga el taxi, yo me bajo, salto a la calle y lo busco con la mirada para saber qué dirección tomar. Oli me mira, luego con la mirada me señala la puerta frente a nosotros.
‘oookey, straight ahead’ pienso.
Entramos en uno de esos edificios de paredes blancas y sucias, ladrillo visto por fuera, ventanas grandes sin cortinas, tan solo persianas entreabiertas.
Oli abre una segunda puerta de seguridad (aparentemente el barrio no es de lo mejor), veo unas gradas de metal al fondo de un diminuto hall oscuro. Yo camino frente a él pero volteo a verlo con frecuencia, esperando que guíe mi camino.
‘Sube’, me dice.
Con las manos en mi gabardina empiezo a subir las gradas. Apoyo los pies en cada escalón como si me pesaran quintales. Mi pecho curvado hacia el frente, la respiración lenta, mirada al piso, manos aún en los bolsillos. Cuando casi llegamos al tope doy un pequeño saltito hasta el último escalón, suspiro profundo, me voy la vuelta, lo miro.
Oli esta apenas un par de pasos detrás de mí y mantiene la mirada baja mientras busca sus llaves. Con la mano derecha las encuentra en uno de los bolsillos de su gabardina y con el índice de la mano libre apenas me señala una dirección que no logro determinar con certeza. ‘Izquierda?’ pregunto. ‘Aja’, me responde.
Me paro detrás de él mientras abre la puerta. Primer paso dentro de su vida; total oscuridad. Oli enciende la luz con el interruptor de la pared a la derecha y en un segundo me encuentro a la entrada de un departamento precioso de paredes nítidamente blancas y pisos de madera café-rojiza. Los muebles son negros, lámparas silver, papeles sobre la mesita de café, televisión de plasma, iluminación indirecta, un espejo grande, poco más. Al fondo de un hall logro ver un cuarto lleno de gadgets, y a la izquierda está la cocina, amplia, limpia, iluminada, chic.
Entro por completo, dejo mi cartera en el sillón y mi gabardina en el ropero.
“Lindo tu dpto.’, digo con emoción reprimida. Llegué imaginándome lo peor para reducir la decepción, pero esto está mucho más allá de mis más altas expectativas en fashion.
‘Gracias’, Oli me responde con sencillez. Al parecer el buen gusto le sale casi como instinto. Empiezo a investigar el lugar pensando que si me ha traído a su casa significa que en verdad no quiere verme desaparecer de inmediato. Oli es muy minucioso en cuanto a quién permite en su casa, y el encontrarme aquí me anima y borra las inseguridades que sentía hace un par de horas.
‘Y… ese es tu cuarto?’ le pregunto con picardía, mostrándole sutilmente que ya se en donde vamos a pasar la mayor parte del tiempo, esa cama.
‘Aja, entra si quieres’. Es lindo, huele a café, tabaco y roble, a mi Oli.
‘Esta Ximena aquí?’ pregunto al salir y ver una puerta cerrada hacia otro cuarto. Ximena es su roommate, nada romántico entre ellos, de seguro.
‘No, ella trabaja en las noches’, dice Oli. Ahora recuerdo. Ximena es bartender por ahí en Palermo Viejo. Oli me dice que regresa pasadas las 5 am y duerme la mayor parte del día.
Siento cierto alivio, así tenemos completa privacidad para ambos por al menos algunas horas.
‘Y que hacemos?’ pregunto con voz ronroneante, acercándome con mi sonrisita sexy y mirándole fijamente a los ojos.
‘No se’ dice Oli, ‘tienes hambre?’ me pregunta. ‘Un poquito’, respondo. Fuimos a un café pero no he probado bocado más que un par de tasas de capuchino y mi barriga empieza a gruñir.
‘Pizza?’ pregunta Oli. ‘La vas a hacer tu?’ pregunto de regreso. Hace un gesto con la cara como diciendo ‘por que no?’ y nos encaminamos a la cocina. El Oli sabe que me pongo mas horny después de comer, así que el tiempo y esfuerzo en la cocina no es mas que una inversión para lo que viene luego.
Por cierto, de donde me saque la idea de que era vegetariano? Ningún vegetariano podría comer tanto pepperoni, pero no me importa, es completamente perdonable.
Comemos, bebemos vino, y un par de horas después estamos en la cama. Yo estoy desnuda, recostada de lado con mi espalda hacia la pared, mientras Oli mira hacia el techo. Ninguno de los dos dice palabra.
Me doy la vuelta y toco su pecho, él pone su mano sobre la mía, ninguno se mira.
Estamos sudados pero, quizás por primera vez en la vida, no me molesta.
Después de horas de silencio y risas compartidas decido levantarme. ‘Me prestas tu ducha?’ pregunto desde el borde de la cama, con mi cabello revuelto, con mi olor a él.
Oli, desde la oscuridad de sus ojos cerrados solo responde “hhmmjjjmm…” y respira profundo. Está en ese estado de medio despertar y profundo cansancio.
Me levanto. Dios bendiga las visitas diarias al gimnasio. Hace un par de años no me hubiese levantado desnuda frente a un hombre al que he visto menos veces de las que puedo contar con los dedos de una mano.
Recojo mi ropa del piso, levanto un poco las cobijas para que no estén en el suelo, voy hacia el baño, enciendo la luz y me doy vuelta. ‘Vienes?’ pregunto con una intimidad que me sorprende. Oli no responde, solo estira sus brazos y de pronto salta de la cama hacia donde estoy. Nos miramos, desnudos bajo la luz amarillenta del baño, como reconociéndonos. Ambos debemos ser tan distintos a los que nos imaginamos en los delirios de la distancia y el tiempo, pero por ahora la realidad se ve más prometedora que las memorias inventadas.
El agua corre y ambos entramos a la ducha. Se que el tiempo que nos queda juntos es corto pero esta nueva sensación de calma que siento me hace pensar que valió la pena venir. Embriagada de su todo, por primera vez desde que llegué me siento ligera. Este es el inicio.

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