La idea de visitar Quito había estado rondando por años, y por años la dejamos de lado por ir a visitar otro sitio en el que no habíamos estado antes. Ir a Quito era atractivo, pero no lo suficiente como para pasar la oportunidad de explorar un sitio nuevo.
Ir a Quito era también me asustaba en cierto grado. Hemos escuchado tantas historias de horror sobre robos, violaciones, asesinatos, y sicarios que, añadido a todo el asunto Correa/Anti-Correa, la visita parecía demasiado riesgosa y que no valía la pena… pero 8 años son demasiado tiempo para no ver a familia, a amigos cercanos; 8 años son suficientes para dejar ir ciertas cosas que eran dolorosas o molestas, y sencillamente 8 años parecía el tiempo preciso para ver cambios.
Quito, sin embargo, es el mismo de hace 8 años. Con más gente, más polución, más trafico, un edificio nuevo por aquí y por allá. Trato de ver a Quito con ojos de 17 años, y lo logro. Me veo caminando lo que parecían largas distancias; me veo asustada de la gente; me veo, incluso en ese entonces, completamente fuera de lugar.
Yo por otra parte, ya no soy la misma. Ahora veo a Quito con ojos de 30 años. Me veo caminando las mismas distancias que antes, que resultan no son tan largas (me doy cuenta que Quito es bastante pequeño en superficie cuando lo comparo con cualquiera de las otras ciudades en las que he vivido). Me veo atraída por la gente, me gusta escucharles hablar, que me cuenten sus historias. Me veo consciente del lugar en el que estoy, ya no fuera de lugar, sino cómoda y satisfecha del sitio que me he dado – no en una ciudad o en un país o en un trabajo, sino en el universo, en la vida (?)
Recuerdo la última vez que fui a Quito; aun no me había graduado de la universidad, no tenia trabajo, estaba en un limbo extraño sin saber que hacer o que quería hacer, y aunque aun no sé que hacer, encuentro tanto placer en el viaje, la transición, el crecimiento. Ya no me hace falta ser ruidosa o fastidiosa o hacerme la dura o ser creidísima; las cosas son, cada quien es, y eso esta bien, me gusta.
Mi viaje a Quito esta vez tuvo un propósito principal: pasar con mi mamá el mayor tiempo posible y disfrutar de nuestro tiempo juntas, y eso es precisamente lo que hice.
Mi primera semana fue de total incógnito; solamente mi mamá y papá sabían que estaba ahí y nos dimos todo nuestro tiempo para ir y venir sin plan fijo, improvisando qué visitar, qué ver, qué comer, pasando lindo solo nosotras dos.
La segunda semana en Quito fue para amigos cercanos, que me di cuenta hay aún en Quito, pero son poquitos, poquitos. La vida nos ha cambiado bastante, y quizás una de las mayores realizaciones de este viaje es que por todo este tiempo yo estuve aferrada a la idea de amistades que ya no existen como eran antes; la vida de cada uno de nosotros a cambiado tanto que obviamente ha hecho que todos nos volvamos diferentes personas y nuestras relaciones se encuentren en un plano diferente. Sin embargo esto no me afectó como me hubiese imaginado; es lo que es.
Por último los highlights: 1) el viajecito en teleférico y ver esa maravilla de vista desde arriba del Pichincha. Hemos viajado largo y ancho, y en ningún otro lugar he visto tan bella combinación de ciudad con naturaleza. Un cosas verdaderamente mágica. 2) Comer ceviche de concha nuevamente. Cosa mas rica!
Siguiente viaje a Quito? Quien sabe cuando.
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