La primera vez que leí “Paula” de Isabel Allende tenía 15 años y acababa de regresar de vivir por unos meses en Alemania.
Devoré ese libro con pasión, sintiendo que de alguna manera era un reflejo de mi, como una imagen dentro de un espejo dentro de un espejo dentro de un espejo.
Teníamos poco en común Isabel Allende y yo. Yo Ecuatoriana, ella Chilena. Yo, en ese entonces de 15, ella de más de 40. Yo estudiante de colegio, ella una escritora famosa. Yo lejos de dictaduras, desapariciones, terrores, ella que los vivió todos. Sin embargo algo sobre ese libro me sonaba a mí. La experiencia femenina, la voz de una mujer viviendo en Latinoamérica, las historias de una niña creciendo en los 50s, 60s, que tanto sonaban a las historias que me había dicho mi mamá.
A Paula en sí la veía casi como un ángel. Paula había muerto años antes que yo leyera la obra, y mi mente construyó este personaje de una muchacha bonita, sencillísima, brillante de mente y de espíritu. Leía y re-leía las partes del libro que hablaban de Paula y su esposo; el romance entre los dos, ese amor tan profundo, y en mi mente Paula era una princesa, su esposo Ernesto un príncipe, atrapados en una historia trágica. Pero también Paula era distante por que Paula era un adulto, yo la percibía mucho mayor a mi y en cierta manera eso hacia que su muerte, aunque tristísima, sea mas sostenible para mi como lector, por que Paula había vivido una vida llena, con muchas experiencias, mucho amor.
Han pasado 17 años y esta noche al ojear un libro (“This I Believe” de NPR) me encontré con un ensayo de Isabel Allende en el que menciona a Paula y la edad que tenía cuando murió. 28 años. Casi 4 años menos que yo en este momento.
Hoy por primera vez se me viene la realización, como una palmada fría a la frente, que Paula era en realidad tan joven. Hoy comprendo la verdadera tragedia de su muerte.
Pienso dónde estaba yo a mis 28, cómo era yo en ese entonces, un adulto en papeles pero aún un poco adolescente, inmadura, insegura, buscando algo, buscándome; y pienso cuánto han cambiado mis relaciones en estos 4 años, con mi madre, con N, cómo he crecido y me he encontrado, quizás Paula nunca tuvo esa oportunidad.
Cuando estaba en el segundo grado un día hablábamos con una amiga de la escuela sobre una amiga de su mamá, comentando de lo guapa que era, como tenía su propio auto y vivía sola, cuando mi amiga exclamo “pero es que tiene 32 años, ya es vieja!”
Si tan solo hubiese sabido.
1 comment:
jaja..como nos veíamos no.. 32 años vieja.. y henos aquí.. a esta edad.. con tanto por delante... aun!
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