Numero 1. El sonido del Templo del Loto, Nueva Delhi.
Llegamos un domingo en la mañana, y a pesar de ser temprano el templo ya tenia cientos de visitantes. Al entrar al complejo vimos el templo a nuestra izquierda, completamente blanco y brillante, tanto que con el sol de la mañana me lastimaba un poco los ojos.
Al seguir caminando un guardia nos pide que mantengamos nuestra izquierda, la derecha es para la gente que ya esta de salida. Cuando llegamos a la avenida principal, vemos el templo de frente. Es arquitectural y estilisticamente hermoso. Al seguir caminando voy tomando fotos, llamando desde unos pasos atrás a B y a N para que me miren y rapidito hacer click y así tener capturado el momento. La luz del cielo me da problemas con mi SLR. En los segundos que tenemos caminando hacia el templo no logro encontrar el White Balance ideal para que el templo no se confunda con el cielo nublado, y me la paso movimiento rodelitas, subiendo y bajando la exposición, abriendo y cerrando la apertura, y por ultimo me pongo a tomar fotos en RAW para arreglarlas tan pronto tenga mi laptop cerca.
Llegamos a unos pocos metros a la entrada del templo y todos debemos quitarnos nuestros zapatos y medias. Nos entregan un costal de como 5 kilos para que pongamos nuestros zapatos (yo hago una mueca de 'Ewww!!!' al coger esa cosa) y nos sentamos en una nadita de asientos que hay por ahí. Una vez puestos nuestros zapatos en el costal, N se los lleva para entregarlos en la bodega bajo tierra en donde reciben y distribuyen los zapatos a todos los visitantes.
La noche anterior había llovido como llueve en Monsoon: a chorros, y la alfombra estaba en húmeda por lo que nosotros preferimos pisar sobre el piso caliente que aunque nos lastimaba los pies no nos daba wakala.
Al subir al templo vas por el camino a la izquierda, por que el principal es de bajada. Una vez que llegamos, la opinión de los tres fue un “woooow” profundo, por que el templo esta rodeado de hermosas y limpias piscinas que no solamente sirve de decoración, sino son fundamentales para mantener la temperatura fresca dentro del templo.
Viendo todo esto N y yo nos ponemos a disparar fotos, yo sigo luchando con el balance de luz, N busca una esquinita para sacar la mejor foto por que tiene la desventaja de tener una 35 mm que no logra capturar a todo el edificio desde nuestra ubicación. B por otra parte se sienta en las gradas, saca su moleskin y se pone a dibujar. Al poco rato yo descubro algún setting que por fin logra mostrar el templo a pesar de todas las nubes, pero como el sol y la humedad nos tienen ahogados decidimos dejar a un lado nuestras cámaras y entrar al templo - dentro del cual las fotos son prohibidas.
Cuando entramos lo primero que se siente es alivio por que dentro del templo el ambiente es seco y fresco. Dado que la sala interior del templo es de forma circular todos los asientos están ubicados de manera que forman un circulo, y la gente al sentarse tiene su vista dirigida hacia el lugar en donde el sacerdote da el servicio.
Dentro del templo la gente en general se mantiene muy respetuosa y en silencio. N y yo nos sentamos más o menos en el centro, justamente debajo de una estrella de 9 puntas que hay en el techo. Luego de unos minutos por fin habíamos recuperado la temperatura normal en nuestros cuerpos por lo que pudimos sentarnos, relajarnos, y concentrarnos en nuestros alrededores.
Había muchísimos turistas, algunos niños, y decenas de turistas locales. Poca gente hablaba, y si lo hacían era en susurros, sin embargo uno que otro personaje indeseable quería sacar su cámara para tomar fotos pero eran casi inmediatamente detenidos por los guardias del templo que respetuosa y silenciosamente les pedían que no tomen fotos del lugar.
Si bien toda la visita fue memorable, el momento que quiero recordar por siempre es cuando un grupo de 20 hindús, más mujeres que hombres, entraron al templo llenándolo con el sonido tan característico y dulce de sus brazaletes de tobillo que sonaban rítmicamente conforme iban entrando y circulando por el templo. La magia del momento se completó cuando los pajaritos que viven en el techo empezaron a cantar, haciendo una musiquita tan simple, tan básica, tan perfecta para el lugar.
B, que se había quedado en las piscinas completando su dibujo, vino a los pocos minutos a acompañarnos. Nos contó que había sido una micro-celebridad por un buen rato por que cuando la gente lo vio dibujar se pusieron a su alrededor esperando ver el dibujo terminado.
Ese candor es de lo que mas me gusta en India; por que este es un sitio en el que aún un muchacho con su cuaderno de dibujos llama la atención y hasta crea cierta emoción en la gente – en ciudades mas grandes en donde los artistas son tan comunes como los trenes y la gente esta mas preocupada de ignorar al resto, desde hace mucho ya no se nota ese puro entusiasmo.
N, B y yo salimos del templo caminando en zigzag, tratando de detener los minutos y de verlo todo para retener lo más posible en la memoria. Salimos por la puerta principal, recogimos nuestros zapatos, y lentito lentito nos dirigimos a la salida en donde nuestro conductor nos esperaba para llevarnos a Agra, en donde conoceríamos el Taj Mahal.
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