Otra vez me lancé al vacío.
Dejamos toda la comodidad de nuestra vida en Buffalo, y nos mudamos –permanentemente esta vez- a Londres.
Hoy son diez semanas desde que llegamos aquí.
Diez semanas son suficientes para:
- Volver a enamorarme de Londres
- Mudar de departamento dos veces
- Recibir visitas de Búfalo, Brasil, Zurich, Singapur y Canadá
- Abrir 172 cajas que son las que trajimos con nosotros desde USA
- Comprar una tetera y una aspiradora
- Comprar y armar tres clósets y dos mesitas de noche
- Comer comida Italiana, Persa, Peruana, Etiopia, Japonesa, Turca, y un sinnúmero de hamburguesas.
- Reiniciar mi rutina de correr pasando un día, mínimo 4 millas por día.
- Beber innumerables cervezas, cidra, vino.
- Enviar docenas de currículos.
- Perder un poco la cabeza.
- Empezar a cuestionar mi valor como ser humano.
No tengo trabajo. Estoy buscando. Odio buscar trabajo.
Cuánto tiempo va a tomar? Qué pasa si no encuentro nada en los próximos meses? Tengo valor profesional en esta ciudad? Podré conseguir un trabajo y sueldo igual o mejor que en USA?
Trato de mantener la calma y disfrutar de estos días. Sé que no durarán por siempre, pero la incertidumbre me angustia.
Para calmarme me impongo una rutina.
Al empezar la mañana alimento mi mente. Leo libros que tenía abandonados en la biblioteca desde hace mucho; sus autores son viejos amigos: Saramago, Murakami, Palahniuk, Greene. Los analizo y disfruto. Bebo un jarro de café.
A media mañana me quito la modorra saliendo a correr. Salgo de casa y paso por West Hampstead, luego voy a Finchley Road, subo cuestas que me dejan sin aire, las bajo limitando el impacto en mis rodillas, procuro reducir mi tiempo con cada salida, mantengo record del numero de millas.
Al regresar empieza mi día de trabajo. Abro clasificados, analizo los que parecen apropiados, edito de carta de presentación y mi currículo y envío aplicaciones. Me peleo con mí misma forzándome a mantener la concentración. Trato de no abrir Facebook o prender la televisión. A veces fallo. Muchas veces fallo.
Vuelvo a concentrarme y empiezo a escribir. Busco palabras que muestren acción, que digan que soy alguien de valor, sin miedo a retos, que mi pasado profesional ha sido sobresaliente. No las encuentro. Vuelvo a buscar. Escribo de nuevo. Me rindo. Otras veces sigo.
A media tarde me da hambre. Busco algo que comer, alto en proteína, bajo en carbohidratos.
Regreso a mi espacio y sigo buscando, enviando aplicaciones, levantándome el ánimo a mi misma, aunque poco a poco pierdo la calma.
Qué hice? Dejé un buen trabajo, en una buena compañía, un ascenso que estaba a punto de ser mío, y vine acá. Valió la pena? Si, me respondo. Esta es la vida que soñaba tener desde hace tiempo – claro que en mis sueños me veía con sueldo.
Me auto impuse este terremoto y ahora estoy reconstruyendo. Esta incertidumbre y esta falta de comodidad son normales, me digo. Todo está bien y todo estará bien, me repito. Es tiempo de buscar, analizar, encontrar. No puedo perder el ánimo.
A veces me toma trabajo auto-convencerme.
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