He notado que he reaccionado diferente a un par de eventos que sucedieron en estas pasadas semanas, y que si bien no pasaron tal cual hace un tiempo definitivamente son un eco de hace algunos años. Uno de esos eventos es que el día de hoy dimos nuestra firma final para comprar una casa.
En el 2005 cuando N me habló por primera vez de su interés en invertir en bienes raíces mi reacción inmediata fue paralizarme de terror, particularmente por que junto a la idea de comprar una casa también se me venía la imagen de mi misma viviendo en el fin del mundo, convertida en ama de casa desesperada, madre de un adolescente insoportable, de un niño pequeño que no para de llorar, con un perro con cero control de sus esfínteres y una deuda de hipoteca muy grande para permitirme vivir tranquilamente. Veía comprar una casa como comprar una cadena que no me permitiría moverme, y más bien me ataría al estereotipo americano de familia suburbana – un infierno (para mi).
Ahora veo las cosas de manera diferente. Nuestra hipoteca será manejable, no nos estamos lanzando a tener una deuda interminable que nos asfixie con cada pago ni nada por el estilo, y por tanto esta decisión no va a coartar nuestro acceso a la vida a la que nos hemos acostumbrado, y tampoco va a representar un ancla que no nos permita movernos de aquí. Vemos esta compra como una transacción que nos permite invertir en una casa linda, espaciosa, y perfecta en tamaño para nosotros dos, y que venderemos en unos años para comprarnos otra en otra ciudad que en verdad nos guste, y si bien ésta que compramos va a ser una casa suburbana, también hay que considerar que es el mejor sector de la ciudad, seguro, bonito, limpio, cercano a todo lo que nos hace falta a diario – y para nuestra fortuna, alivio, y dicha, la casa no incluye ni adolescente insoportable, ni pequeño llorón, ni perro orinón, ni desesperación de ama de casa.
Veo este nuevo lugar como un sitio de oportunidades. Quiero pensar que uno de los cuartos servirá como mi “Room of One’s Own” que Virginia Woolf dijo era tan importante para una mujer – y estoy de acuerdo. Quiero imaginarme personalizando nuestro nuevo lugar, pintando paredes, colgando cuadros y cortinas, cambiando alfombras (todo esto me emociona por que va a ser la primera vez en la que nosotros vamos a poder elegir colores, texturas, tipos de alfombras, pisos, etc, es decir, hacer lo que queramos en nuestro espacio); quiero pensar que en unos meses el Garabato y yo estaremos trabajando en el basement y convirtiéndolo en una especie de suite privada, y quiero pensar que en algún momento tendremos un gatito y un perrito al que entrenaremos bien para que no destruya las fundas de basura ni se haga popó en la alfombra.
De momento todo esta en papeles, aun no tenemos la llaves de nuestra nueva casa (tenemos que esperar 60 días para eso), pero estamos en proceso, como siempre en nuestras vidas, en pleno proceso, que es lo que me gusta.
Y me gusta más aún que el día de hoy, a exactamente 10 años de la noche en la que nos conocimos, es cuando compramos nuestra primera casa juntos. ¡Albricias!